El Chingón de Chingones

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A la memoria de mi gran amigo Alfredo Jiménez Mota, quien ofrendó su vida por la libertad de expresión en este México nuestro, un 2 de abril del 2005

Por Sergio García

Aquél 2 de abril del 2005 marcó la vida de todos los reporteros de Sonora. El periodismo ya no fué el mismo. Comenzó a ejercerse con temor, con precaución, con una autocensura que no termina.

Alfredo Jiménez Mota marcó un antes y un después en apenas seis meses de periodismo en Sonora, con duros reportajes sobre narcotráfico en la región.

Fueron reportajes como nadie los había escrito, poniendo el dedo en la llaga de capos que jamás se habían escuchado siquiera mencionar, metiéndose hasta la cocina.

En seis meses de trabajo Alfredo recorrió Sonora, desde Navojoa hasta San Luis Río Colorado, y desde Sonoyta hasta Agua Prieta; todo esto pasando por Nogales, Caborca, Guaymas, y muchas zonas peligrosas.

Por las páginas de El Imparcial, y con la firma de Alfredo Jiménez Mota, aparecieron nombres como el de Don Adán Salazar, Enrique Parra Enríquez y sus hijos y parientes, los famosos números.

LA AMISTAD CON ALFREDO

A Alfredo Jiménez Mota lo conocí por mero accidente siendo yo director del diario El Vigía, de Guaymas, Sonora, a donde llegó en algún día del mes de agosto del 2004 buscando a Alejandro Padilla, director general del Grupo Padilla Hermanos, propietarios del periódico.

Por cierto, Alfredo llevaba a entregar a Alejandro una copia del plano de construcción de un parque infantil de Culiacán. Nunca pregunté para qué eran, pero al poco tiempo Antonio Astiazarán construyó nuevo parque infantil en Guaymas. Son cosas que pasan.

Yo era el director de El Vigía y tenía 35 años.

Desde el primer momento tuvimos una buena charla sobre periodismo, por la noche nos tomamos unas cervezas charlando sobre nuestra profesión.

Alfredo regresó a su trabajo a Culiacán, de donde me llamó el 11 de septiembre del 2004, como a las 22:00 horas para informarme que minutos antes mataron a Rodolfo Carrillo Fuentes.

Yo recibí la nota como una exclusiva, pero ya habíamos cerrado, y nos despedimos deseando buena suerte.

Esa noche, yo no pude dormir. Le llamé al Alfredo al otro día y le pregunté: Oye, ¿cuánto ganas en Culiacán por andar entre las patas de los caballos, reporteando esas cosas tan pesadas de narcos de primer nivel?… Alfredo sorprendido por mi pregunta me dijo algo confundido: 

– “5 mil 600 más o menos…” 

– “¿Al mes? le pregunté yo alarmado.

_ “Sí, eso gano al mes”…

_ “¡No mames! Yo te puedo a conseguir trabajo aquí en Sonora, con doce o 15 mil pesos al mes y sin tantos peligros”…

Alfredo titubeó, pero aceptó la propuesta. Al otro día yo hablé con mis amigos de El Imparcial, y les describí al Alfredo:

– Veo, por lo que publicas, que necesitas un reportero chingón… 

_ Sí, me dijo, ya estoy cansado de estos boletineros, que no traen nada…

_ Pues te tengo un perro sabueso, que te va a ayudar a levantar el periódico…

– Pues a ver. Échatelo… 

Todo fue rápido… Para octubre, Alfredo ya estaba trabajando en Hermosillo. 

FOTO: ESE 11 DE SEPTIEMBRE DEL 2004. El asesinato de Rodolfo Carrillo. Foto inédita.

LOS PELIGROS

Pero Alfredo no llegó de regreso a su Sonora natal para descansar, ni para escapar del peligro. Él era el peligro. Sus reportajes comenzaron a sonar como rugidos de león en la madrugada. Se leían y ecuchaban por todos los rincones de Sonora.

En ese mismo lapso yo le ayudé y aconsejé sobre el periodismo en Sonora. Le presenté algunos contactos y periodistas como a Juan Pedro Robles, a Andrés Montoya, en ese tiempo funcionario de Gobierno; a reporteros de Hermosillo, Guaymas y otras partes.

Para ese tiempo profundizamos en la amistad. Me visitaba en Guaymas-Empalme y yo lo visitaba en Hermosillo.

No sólo fue trabajo. También fueron días de farra por las calles de Guaymas y los bares de Hermosillo. La Barra Hidalgo era un buen punto de reunión. Días de alegría y trabajo.

Tanto Juan Pedro como Andrés Montoya tuvieron una relación profesional con Alfredo, ayudándole en sus reportajes.

“Alfredo estaba agradecido con Andrés Montoya porque le ayudó con algunos reportajes, como el que hizo dentro del Cereso; además nosotros le agradecemos eso a Andrés Montoya”, comentó Don Alfredo Jiménez Mota el pasado 2 de abril.

Ambos coincidieron en una buena relación con Andrés Montoya, porque lo había ayudado en su trabajo.

Recuerdo un día de Semana Santa, que Juan Pedro y yo revisamos un reportaje. Era Viernes Santo del 2004, día en que nadie lee periódicos. El reportaje principal era el tema del narcotráfico. Los Tres Caballeros…

Cuando Juan Pedro vio aquella nota tiró el periódico enojado. “Ya le he dicho a este cabrón que le baje, que esos temas son muy peligrosos…”.

Ahora Juan Pedro, el buen amigo, ya murió por Covid. Pero era un tipo de los mejor informados de Hermosillo.

SI ME HAN DE MATAR MAÑANA…

Doña Esperanza y don Alfredo me dijeron un día algo que consuela en el dolor de perder un hijo, un hermano, un amigo “Alfredo sabía bien que lo podían matar por esas publicaciones”.

Don Alfredo señala el sillón de su casa: Alfredo se recostaba y le subía los piés en las piernas de su mamá. Le gustaba que le diera masajes en los piés. Tenía mala pisada y se cansaba mucho… “Hijo”, le dije un día, “si sigues publicando esas cosas te van a matar…”

_ “Pues que me maten. Yo voy a seguir publicando. Voy a ser el periodista más chingón”…

Eran las palabras de Alfredo, que ambos padres recuerdan siempre que platico con ellos, cada 2 de abril que voy a saludarlos… Y este 2025 no fue la excepción.

Y Alfredo ponía una canción que decía “Soy el cningón de chingones…”… Y la ponía a todo volumen en una vieja grabadora…

Soy el chingón de chingones

Y a mí me la Perez Prado

Esos que dicen ser riatas

Aquí me los he aplastado

Si no fuera por mis huevos

No andaban alivianados

Don Alfredo y Doña Esperanza también recuerdan a cada reportero de El Imparcial que se convirtieron en una zancadilla para Alfredo. En especial al que llevaba y traía mitotes a la PGR. “Alfredo tenía que cuidarse hasta de sus compañeros”, dice.

LAS INDAGATORIAS

Según una investigación de la SIP, encargada a la periodista María Idalia Gómez en 2009, las autoridades mexicanas reconocieron públicamente en su momento que la desaparición del periodista estuvo vinculada a sus reportajes sobre el narcotráfico a nivel estatal.

Después de la desaparición de Alfredo, todos los medios de Sonora renunciaron a  todo tipo de investigación político-policiaca y narcotráfico.

En mayo de 2009 la SIP elevó la investigación periodística del caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

El presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP, Carlos Jornet, reiteró la exigencia de la organización de “seguir combatiendo la impunidad en los casos de asesinatos contra periodistas”

ALIANZA DE MEDIOS

La Alianza de Medios de México organizó su propia indagatoria y menciona a varios personajes ya conocidos.

Alfredo vio a Andrés Montoya ese día, pero después tendría una cita con una persona fantasmal. El subdelegado de la PGR en Sonora Raúl Fernando Rojas Galván, con quien se comunicó por celular a las 23:04 horas.

El entonces subdelegado de la PGR en Sonora, Rojas Galván fue interrogado pero luego dejó su cargo y se volvió humo.

En la averiguación 90105 se mencionada también el registro del teléfono celular del periodista muestra que la última llamada que recibió ese sábado, en punto de las 23:04 horas, fue de parte del entonces subdelegado de la Procuraduría General de la República en Sonora, Raúl Fernando Rojas Galván, quien cayó en diversas contradicciones en sus declaraciones con respecto a la última llamada telefónica que recibió el periodista.

Un mes después de la desaparición de Jiménez Mota, el entonces subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos (ya finado) confirmó que detrás del caso estaba el narcotráfico, aunque todavía faltaba por definir qué organización, cómo ocurrió y porqué. La SIEDO, comentó el funcionario en esa ocasión, seguía 11 líneas de investigación, algunas de ellas eran: su círculo religioso, motivos personales y el trabajo periodístico de Alfredo y por ello podrían estar involucrados en su desaparición funcionarios de la PGR, uno de ellos el ex subdelegado de Procedimientos Penales zona Centro, Raúl Fernando Rojas Galván; y la posible participación de cárteles de la droga.

OTRA LÍNEA

La SEIDO exploró otra línea que dirigía las hipótesis hacia otro capo de Sonora, Raúl Enríquez Parra y sus hermanos, jefes operativos de Los Güeritos o Números.

Jiménez Mota investigaba la protección que recibían los hermanos Beltrán Leyva -llamados Los Tres Caballeros- y los Güeritos.

En la indagatoria también surgen nombres de exfuncionarios sospechosos como Ricardo Roberto Tapia Chan; además de otros policías municipales de Sonoyta.

YA NO PUDO ESCAPAR

Bastantes charlas tuve con Alfredo Jiménez Mota, hasta en su último día. Aunque nunca tuve afanes protagónicos, sí me presenté a declarar lo que yo sabía.

Sabía que Alfredo era constantemente amenazado. “Vive tranquilo”. Le decía yo a través del messenger antiguo. “Deja de andar asustado, que cuando vayan por ti, no vas a tener tiempo de escapar a ningún lado”… Fue la vez que tuvo que escapar de unos tipos que lo seguían.

Y se quejó de que espiaban su teléfono: “¿Y de qué te sorprendes?” Le decía yo. “Igual nos espían los del Gobierno del Estado, Inteligencia Militar, Gobernación, la Marina, los narcos, los políticos…”. Al fin respiró aliviado y puso unas caritas sonriendo.

Sin embargo, ese día, el de la reunión con su contacto nervioso, Rojas Galván, Alfredo desapareció.

Ese día fueron por él en serio, y ya no tuvo manera de escapar.

En el diálogo con Don Alfredo, me dijo: “El licenciado Vasconcelos me dijo que Alfredo estuvo a punto de descarrilar todo el narcotráfico en Sonora, por eso no lo perdonaron”.

Soy el chingón de chingones

Más vale que me lo crean

Pinche bola de copiones

Nunca me van a llegar

Ni siquiera a los talones

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